—Buen fin de semana—regurgitó mi mente. Me
fui casi trotando de la sala azul, este fin de semana parece comenzar
reconfortante, teniendo alegrías que no me pertenecen del todo pero que me
hacen creer más en la satisfacción del mañana. Cada vez, la veo más hermosa.
Aunque con intervalos si es que los espacios requieren mi atención (o
ideas funestas); me enredo en mis palabras y busco excusas
justificadas y letales para aunque sea escucharte, recordar esa voz tan
delgada, suave y delicada que resulta tantas veces impaciente para mi forma de
comunicación. Nuevamente se irá la semana, escuchando a todos haciendo planes y
yo quedándome vago y lento en mis pensamientos, parte de lo tiesto de alguna
introversión.
LA VOZ DE MIS PASOS
Susurro o voz tuya que me llama
sin
siquiera nombrarme
Golpe o
vibración sonora de
algún
miedo profano, indiferenciable
ira
perpetua de las esquinas concurridas
en
noches de pereza,
de duda
o el mayor insomnio
Me preguntan las calles y sus suelos
por qué
vago, o si me detengo.
En mi
silencio pienso y retorno
a lo
sublime de la soledad
quieta e inmóvil que ya perdí.
Disimulo
con traqueteos
que los
corazones palpitantes
de la
ciudad conmigo avanzan
Ha quedado lejos de mí,
a mis
espaldas, con el cansancio
una
pluma fina que tiene voz
que
brilla cuando canta
y hermosea si conmigo escribe
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